miércoles, 6 de febrero de 2013

Mar.


Entonces me enseñaste el mar,
yo no conocía la inmensidad,
no conocía tu cuerpo,
secreto de las olas,
pedazos de viento,
me enseñaste la enfermedad de la alegría,
el pan que se divide,
la miel de las hojas otoñadas,
descubriste la brevedad de mi entraña
y agitaste las sombras,
lapidaste fantasmas
y luchaste con nostalgias recurrentes,
soñamos.
Enamoraste mi lengua
y mis ojos,
encontraste mis vértices,
cicatrices,
hablaste de espuma sobre mi espalda,
untaste cielo entre mis piernas.
Hoy eres ciudad de dioses,
pirámide que enfrenta al sol,
mueca burlona ante la muerte,
hoy comes mi cuerpo
como el pan que se divide,
enciendes el día azul celeste,
hoy murmuras mi nombre
mientras duermes,
entiendes mi pecho,
mi hueso,
mi sangre.
Amas al amor que tengo
como a mí mismo,
descifras lo poco que soy
entre palabra y beso,
desarmas el espectro,
cultivas la semilla,
entregas tu seno a mi hambre,
dominas la sombra
y el infierno,
apagas el mal
y lloras,
lloras conmigo en la noche sin estrellas,
estrellas la noche y ríes,
ríes conmigo en la noche estrellada.
Amalgama de lo cierto,
fruto dulcísimo y sangrante,
anémona tibia,
hoy eres secreto de mi deseo,
deseo de mi cuerpo,
cuerpo de mi cuerpo.
 

domingo, 27 de enero de 2013

Sangre.

Y sin más se abrió la puerta, 
el viento arremetió 
sobre los huesos de la casa, 
las paredes temblaron en concreto. 
No sé qué hay en tus ojos, 
ni las manchas 
que nublan tu hemisferio, 
no entiendo 
la compleja marcha de tus pasos, 
pero te extraño, 
la sonrisa,
la mueca vulgar de bienvenida.
Apareciste lejos,
en silencio,
apareciste,
entre las manos de lo incierto,
la cólera infame de tu pecho
se apoderó de la palabra
y del viento.
Todos guardan un silencio absurdo,
gimen en secreto,
lloran la noche de tu ausencia,
yo estoy pensando en tu frente,
en tu pie vagabundo y solo,
estoy mirando,
sangre mía,
esperando tu voz
y tu vuelta.

A.

Así son estas cosas ahora A. las paredes se empiezan a cerrar a veces, nadie se entiende, te escribo así, de repente, como a veces lo hago, te escribo con los dedos entre llanto. 
Te recuerdo ahora, creo que estás cerca, me obligo a creer que estás cerca, así es como hago para que el aire no falte, de vez en cuando me encierro en las recámaras para hablar contigo. lamento que no hayamos hablado A. me dueles, siempre me dueles como una espina, como un fuego que me quema desde los pies hasta el alma.
He limpiado todo, cien veces, pero vienes a descomponerlo, como cuando te miré por última vez, cantando en silencio.
A ti te ha gustado el juego, recuerdo cómo jugabas en la casa, en el patio, no estabas consciente de nada. A veces me pregunto si tienes ya tienes consciencia de algo, me da un miedo de perros al pensar que hablas de mí, pero más me atormenta que no hables, que tu cuerpecito esté entregado a ideas perversas de mi persona.
Cada noche estás riendo como siempre, siempre reías, pero siempre llorabas.
Aún recuerdo A. que el tiempo nos colmaba, que las lágrimas estaban cansadas de la tarde y del sol, pero jamás nos cansamos de nosotros.

viernes, 25 de enero de 2013

La tierra.

Algo no está bien. 
algo se coagula entre las venas, 
se enferma, 
ruge como león sin suerte, 
se enreda despacio 
en las paredes de los cuerpos,
destruye el bien de los huesos
y enferma al viento.

Algo que soy está maldito,
está enjaulado entre las rejas del mundo,
en cárceles invisibles y dolosas,
encharcado,
mal parido,
bien oculto.

Algo dentro de mí está gimiendo,
es el mundo y la sangre de la tierra,
la conexión de mis pies con el asfalto,
la enredadera de cabello
endurecido por la arena,
está quebrado,
roto,
emplumado y solo,
solo,
como los perros de la madrugada,
como la madrugada... solo.

lunes, 21 de enero de 2013

Molina.

Te he visto,
Molina,
ensuciar las cuerdas de mi lira.
No comiste el pan de la mesa
ni cabalgaste en nosotros,
pero te he visto.
Estabas sentada en mi puerta,
esperabas, creo,
esperabas.
Ni dije una palabra y tu llanto
floreció de entre escombros,
pude ver que te hice falta,
pero no hablaste,
esperabas Molina,
sólo esperabas.

jueves, 17 de enero de 2013

Rosario.


Rosario,
entiende la suavidad del hombre,
no creas en las voces
ni en los suplicios de los los cubos,
entérate de sus miedos y formas,
de sus ecos y sombras,
no enfades tu mano tibia y serena...
Es el desprecio de las cosas,
la desigualdad
entre el color y las manchas,
la entereza del débil
y la comodidad del poderoso,
son sus voces,
los secretos,
las caídas,
endemoniados fetos
y amalgamas de lo incierto.
Entonces,
cuando comprendas
el silencioso rumor del pecho abierto,
hablarás de otras cosas,
encenderás las luces y los misterios,
la paz nunca tuvo dueño,
ni pudo tenerlo,
las muertes siempre rondan
en los techos acartonados
y en los ojos cristalinos.
Temerás de la vertiginosa marea de sueños,
de la insoportable carga,
de las frustraciones de los vivos
y la decadencia de los muertos,
los muertos,
los mil veces muertos,
los que aún viven muertos.
Entiende Rosario,
estoy enloquecido,
estoy de prisa a que comprendas
y dejes de llamarme lisiado,
que no vean tus ojos
estas piernas transparentes,
estos brazos torcidos de miseria,
que a través de mi cuerpo
mires los espejos,
soy tú,
Rosario,
soy tu cuerpo,
soy tu marca de enfermo nacimiento,
soy,
Rosario,
un dibujo,
un boceto del deseo
que tuviste de parir hijos,
pero los hijos tuyos,
los que no vinieron,
esperarán otro útero más pleno,
al que nada le falte,
un útero en que haya pan,
vino y cerezas.
Rosario,
has tenido tiempo de encontrarme,
entre tantos cadáveres
y formas que trae la marea,
este soy yo,
como lo son todos,
imposibilitado de las piernas
y de las manos
pero la boca,
Rosario,
la boca no me la calla nadie.

Encierro.







Estoy lleno


de algo tuyo

Y lloro
a tus ojos cerrados

al frío de tus pies descalzos

apagados de tiempo


de noche


hija de nostalgias antiguas

Quebrantado el sueño


abrazo mis uñas de tu espalda

ojos cerrados


auxilio

las manos me tiemblan


y el mundo

los ojos están


parecidos al tiempo

y a la sombra de tu piso

pared en que caigo

en el vientre horizontal y desangrado

¡tiembla, tiembla!

¡desespera el sonido


de tus ojos cerrados!

Estoy de ti

maldito en tus ojos cerrados

contigo

en peligro


ante tus ojos cerrados.

miércoles, 16 de enero de 2013

Una tarde.

Tengo una necesidad de ti,
que es tan tuya,
que no me pertenece,
una gana infinita de tenerte,
una espera fría, alargada,
desmemoriada y sola.
Tengo una ausencia grosera,
que en las tardes menta tu nombre,
que te dice a oscuras,
cuando cierro los ojos,
y que se abre,
como una flor sin tallo,
como una piedra que no duele.
Tengo un vacío hasta las venas,
que no entiende lo que hablo,
y dice mansamente que estoy solo
y en esa soledad te tengo,
como un juguete que no sirve,
como un hambre de dos de la mañana.
Tengo un llanto infranqueable y quieto,
una impaciencia que se agota
entre las palabras que dice la almohada
y las incoherencias que responden las paredes.
Es un vicio tan amargo,
tan silencioso y roto,
arrugado,
mal hecho,
mal dicho y necio.
Te tengo a ti,
como una sombra,
como un vapor en la ventana.
Tengo estas ganas marchitas y toscas,
amargadas y sucias.

lunes, 14 de enero de 2013

La ventana

Es como te escribo a veces, 
cuando no dices nada, 
en esas noches 
en que miras quieta 
por la ventana, 
me pregunto qué miras, 
o si tienes los ojos volando, 
o en calma, 
o no tienes ojos 
y sólo son imaginaciones mías, 
yo estoy mirándote,
en silencio,
para no hacerte pensar
en otra cosa,
por que no soporto la idea
de tu inminente retorno,
de que regreses en el tiempo
en el que la ventana
estaba cerrada,
como si de tus manos
pendiera el tiempo,
como si las uñas
se te hicieran manecillas
y los ojos días
y las manos frías.
Por eso,
a veces,
te discuto,
me enfrento a ti como animal salvaje,
por miedo,
por ansia de ser tuyo
aún en contra de tu voluntad siniestra.
Pero entérate
que no es por gusto mío,
es una necesidad de existencia,
es un golpe de viento
y de silencio,
por eso te escribo mientras duermo,
cuando estoy soñando,
cuando despierto y estás lejos,
frente a la ventana,
lejos,
al otro lado del pasillo,
lejos,
en otro edificio,
en otros mundos.
Te escribo como un perro
que sabe escribir,
como la mano estúpida en la tierra,
porque me hace falta escribirte y transformarte.
es como te dije,
como he dicho en el futuro,
las cosas no cambian de la nada,
debe haber un vuelco,
un golpe,
un trazo que se enfade y desaparezca,
que se convierta en humo y forme,
tras tu piel,
las ganas,
los lamentos,
los gemidos,
las entregas frecuentes.
Es por eso que escribo,
para inventarte,
para que despiertes siendo otra,
diariamente,
lejana a la costumbre del cielo,
a la inmaculada arena de tu cuerpo.
Quiero que seas virgen siempre,
que todas las noches
pierdas el secreto de tu vientre,
que entregues mi cuerpo,
desarmado,
roto,
perdido,
enfadado,
ansioso.
Y te escribo,
sin remedio,
para que encuentres
los caminos a mi Roma,
las puertas,
los pasos,
la huella que dejas en el viento,
que respiras dulcemente
y dulcemente olvidas,
por eso escribo,
para que recuerdes que te espero,
que no tengo certidumbre de tu vuelta,
sólo espero.

Tan tarde, tan siempre.

Entonces estamos solos,
solos con la lengua seca por la prisa,
con las manos atadas a la tarde,
estamos clavados,
hijos de vientres expuestos,
con frío.
El hombre está gritando,
las paredes están gritando,
los hijos del hombre gritan,
sueñan y cabalgan en bicicleta,
escuchan la radio y el miedo.
Sabe el hombre de tiempo,
también de miseria,
me he cansado,
no siempre,
de encerrarle los ojos al perro,
de encariñarme con el gato.
¡Ah! esta gana infrahumana de pensarlo todo,
de estar quieto y saberme desgraciado,
no puedo clavarte en los ojos el pan de un dios,
ni en la garganta un gemido de cadáver,
pero te mostraré el otro cielo,
el infinito,
el que terminó por clausurar mis ganas
de volver al concreto.
Me dijo la madre de un tal muerto,
dijo llorando,
me comentó entre lágrimas y penas,
que en un sitio cualquiera,
su hijo hubo esperado la paz,
cantó el himno de la vida
y pereció de un golpe en plomo.
Me han escuchado hablar de el amor,
de la vida,
de muerte,
de la tarde y la vigilia,
pero quiero hablar hoy,
en prejuicio de la necedad y la infamia,
de la otra cosa,
la cosa vista y escondida,
lo que es la oscuridad,
lo que es la noche.
el pájaro que sangra y suda,
después de muerto,
el alcohol que ha bebido en la taberna,
la margarita de un jardín abandonado,
el calvo hijo de puta de la esquina,
la misma puta que parió al calvo,
siempre lo dije,
pero he callado.
La frustración viene de golpe,
en las miradas inquietantes y soberbias.
en la palabra ufana,
caricia de la sangre,
bala corazón metálico y profundo.
Porque han sido muchos los malditos,
los cuerpos sin forma y la palabrería,
los altos mandos,
los pasos cortos en que la vida va fluyendo.
Escucha,
justo ahora se han tirado los cuerpos,
los hemos visto pasearse en las aceras,
mirar en los museos,
intentar asesinarnos
y fracasar en el intento,
fracasar en el intento,
fracasar.
Entonces me llamarán loco,
como lo han hecho,
y seguiré enunciando esta verdad irrefutable,
podrán quemar mi lengua,
mi mano,
mis pies,
en busca de traición y gloria,
pero no se quema el mismo fuego,
el alma fuego,
llama incesante,
callada por la niebla,
hablada por la sangre
y la sangre que es de acero,
la que no calla ni la ciencia,
esa, es eterna, sólida ,
es mi nombre
y el nombre de los muertos.