lunes, 14 de enero de 2013

La ventana

Es como te escribo a veces, 
cuando no dices nada, 
en esas noches 
en que miras quieta 
por la ventana, 
me pregunto qué miras, 
o si tienes los ojos volando, 
o en calma, 
o no tienes ojos 
y sólo son imaginaciones mías, 
yo estoy mirándote,
en silencio,
para no hacerte pensar
en otra cosa,
por que no soporto la idea
de tu inminente retorno,
de que regreses en el tiempo
en el que la ventana
estaba cerrada,
como si de tus manos
pendiera el tiempo,
como si las uñas
se te hicieran manecillas
y los ojos días
y las manos frías.
Por eso,
a veces,
te discuto,
me enfrento a ti como animal salvaje,
por miedo,
por ansia de ser tuyo
aún en contra de tu voluntad siniestra.
Pero entérate
que no es por gusto mío,
es una necesidad de existencia,
es un golpe de viento
y de silencio,
por eso te escribo mientras duermo,
cuando estoy soñando,
cuando despierto y estás lejos,
frente a la ventana,
lejos,
al otro lado del pasillo,
lejos,
en otro edificio,
en otros mundos.
Te escribo como un perro
que sabe escribir,
como la mano estúpida en la tierra,
porque me hace falta escribirte y transformarte.
es como te dije,
como he dicho en el futuro,
las cosas no cambian de la nada,
debe haber un vuelco,
un golpe,
un trazo que se enfade y desaparezca,
que se convierta en humo y forme,
tras tu piel,
las ganas,
los lamentos,
los gemidos,
las entregas frecuentes.
Es por eso que escribo,
para inventarte,
para que despiertes siendo otra,
diariamente,
lejana a la costumbre del cielo,
a la inmaculada arena de tu cuerpo.
Quiero que seas virgen siempre,
que todas las noches
pierdas el secreto de tu vientre,
que entregues mi cuerpo,
desarmado,
roto,
perdido,
enfadado,
ansioso.
Y te escribo,
sin remedio,
para que encuentres
los caminos a mi Roma,
las puertas,
los pasos,
la huella que dejas en el viento,
que respiras dulcemente
y dulcemente olvidas,
por eso escribo,
para que recuerdes que te espero,
que no tengo certidumbre de tu vuelta,
sólo espero.

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